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jueves, 28 de marzo de 2024

HISTORIAS DE TORNAVACAS (XI): EL ACCIDENTE DEL AVIÓN ALEMÁN EN EL CALVITERO EN 1937 (I)

    La Guerra Civil de 1936 a 1939, un conflicto que tuvo para España unas consecuencias devastadoras (elevado número de pérdidas de vidas humanas, destrucción material...), no pasó desapercibida en el Valle del Jerte

    En nuestra comarca no se produjeron acciones de guerra considerables, al quedar la práctica totalidad de la misma, en los primeros compases del conflicto, bajo el control de las fuerzas del bando sublevado el 18 de julio de 1936 y encabezadas por Franco. Ello fue debido a la acción de los falangistas locales y de las fuerzas armadas que se posicionaron del lado de Franco (parte de la Guardia Civil y del Ejército), que en pocos días auparon a las instituciones locales a personas afectas al nuevo Estado que pretendían implantar.

    Pero sí es necesario destacar que la guerra sí se dejó sentir en otros aspectos. Por ejemplo, en el ir y venir de convoyes militares por la entonces carretera de Plasencia a El Barco de Ávila, en el sabotaje de algunas infraestructuras de la comarca por parte de personas que militaban en diferentes partidos o sindicatos de izquierdas (como el caso del puente de la Garganta de Becedas), en los ciertos conatos de resistencia que se dieron en diversas localidades o, siendo esta la más trágica, en los paisanos que perdieron su vida combatiendo en el frente (en ambos bandos) y en la violencia practicada (asesinatos o encarcelamientos) por las fuerzas sublevadas en julio del 36 sobre personas de izquierda de nuestra comarca, algo de lo que aún queda mucho por conocer, pero que ha sido un tema estudiado muy recientemente por el ya fallecido profesor Fernando Flores del Manzano, cabezueleño al que mucho debemos en el conocimiento de la Historia de nuestra comarca. En su trabajo "Episodios represivos en el Valle del Jerte durante la Guerra Civil (1936-1939)" (páginas 381-406), que ha sido publicado a finales de 2023 y cuya lectura recomendamos, se tratan estos pormenores.

    Realizada esta contextualización inicial, el hecho que protagoniza esta entrada está directamente relacionado con la Guerra Civil y con ese ir y venir de fuerzas militares que en ella participaron desempeñando diferentes funciones. El bando encabezado por el general Franco, que se levantó en armas el 18 de julio de 1936, no estuvo solo en la guerra que inició contra el Gobierno de la República. Y es que, pasadas ya varias décadas de la finalización del conflicto, diversas investigaciones han demostrado, con datos objetivos e irrefutables, que el bando de Franco contó con el apoyo económico, militar y logístico de la Alemania de Adolf Hitler y de la Italia de Benito Mussolini (al igual que la República contó con el apoyo de la U.R.S.S. de Stalin). Fue, por tanto, una guerra civil ocurrida en España pero que tuvo amplias implicaciones y repercusiones internacionales.

    Por parte de la Alemania nazi, entre otros recursos, el régimen de Hitler envió a España, para auxiliar al bando de Franco, cientos de aviones militares. La famosa Legión Cóndor, que protagonizó bombardeos como el de Guernica (abril de 1937), tuvo importancia, a nivel militar, por las operaciones realizadas. De esos aviones alemanes llegados hasta España que surcaron nuestros cielos, ciudades, pueblos y campos, muchos cumplieron con la misión que tenían encomendada, pero decenas de ellos tuvieron siniestros y sus tripulantes perdieron la vida.

    Y así sucedió en el acontecimiento al que dedicamos esta entrada. Por informaciones ya publicadas por Esther Sánchez Calle, Cronista Oficial de Plasencia, en el boletín digital Trazos, y por el investigador hervasense Pedro Emilio López Calvelo, sabemos que un avión alemán, Junker, cuando realizaba un servicio de transporte de correo, se estrelló en las inmediaciones del Calvitero, el punto más alto de Extremadura, el 16 de enero de 1937

Modelo de Junker protagonista del siniestro


     Días después de ocurrir el suceso y ya teniendo constancia de ello las autoridades, desde el Puesto de la Guardia Civil de Jerte, con fecha 29 de enero, se circulaba un oficio, firmado por el Capitán Higinio Gómez Franco, en el que se prohibía terminantemente subir a la zona del Calvitero a ninguna persona, desde ningún pueblo, "que no sea [de] la Comisión encargada de este servicio en el pueblo de Jerte", que era la única autorizada para iniciar, desde aquel pueblo, las labores de búsqueda. Además, puntualizaba que se estaban esperando órdenes del "alto mando" para recuperar los restos del avión siniestrado así como a sus tripulantes. 

Circular emitida desde Jerte. 29 de enero de 1937. Archivo Municipal de Tornavacas

    Esta prohibición de subir a la zona del siniestro se siguió circulando, en repetidas ocasiones, durante los meses posteriores al siniestro, pues con fecha 16 de febrero, también desde Jerte, el mismo Capitán de la Guardia Civil, Higinio Gómez Franco, informaba al Ayuntamiento de Tornavacas que se había recibido una orden de "que ninguna persona suba a la Sierra y Pico denominado "CALVITERO", sitio "REGAJO DE LAS VACAS", donde se hallan los restos de un Aparato trimotor Junkers del desgraciado accidente de aviación ocurrido el día 17 del próximo pasado mes de enero", tal y como observamos en el documento que aparece debajo de estas líneas y que hemos localizado en el Archivo Municipal de Tornavacas. Además, se ordenaba hacer pública, mediante bando, esta orden "para que por nadie pueda alegarse ignorancia de lo dispuesto, ya que los restos del Aparato están bajo la custodia y protección de la Falange Local de Jerte desde que ocurrió referido accidente".

Circular emitida desde Jerte. 16 de febrero de 1937. Archivo Municipal de Tornavacas

    Un documento muy similar al anterior en cuanto a su contenido, emitido desde la Jefatura Local de Falange de Jerte, también ha sido hallado por el investigador López Calvelo, ya fechado el 8 junio de 1937, en sus búsquedas en el Archivo Municipal de Hervás. Este documento también se halla en el Archivo Municipal de Tornavacas y viene a ser muy similar, en su contenido, a la orden emitida desde Jerte en febrero de 1937. En esta nueva circular, firmada por el Jefe Local interino de Falange de Jerte, Rodrigo Cepeda, en el que se señala que la fecha del accidente fue el día 16 de enero, se reiteraba la absoluta prohibición de acceder a los sitios mencionados en la circular anterior. A tal fin, instaba a las autoridades a "tomar las medidas y dar las órdenes oportunas para que ninguna persona y bajo ningún pretexto se permita ir a los lugares indicados sin la autorización de esta Organización local". Y la advertencia que lanzaba a quien incumpliera y/o desoyera esta orden era contundente, señalando que los "contraventores de estas órdenes serán detenidos y puestos a disposición de la Autoridad Militar". Así pues, el mensaje que se enviaba a la población era muy claro: nadie, sin contar con el permiso expreso de la Falange Local de Jerte o del Alto mando militar, se debía aventurar a ir a la zona en donde había ocurrido el siniestro.

Circular emitida desde la Falange Local de Jerte. 8 de junio de 1937. Archivo Municipal de Tornavacas

    Siguiendo con la reconstrucción de lo sucedido en los meses posteriores, Pedro Emilio López Calvelo proporciona un documento muy interesante, en el que se informaba que el 6 de agosto de 1937, un guía de veraneantes de Hervás que subió a la sierra acompañando a unos excursionistas, declaraba que:

"al llegar al sitio denominado El Torreón el exponente encontró a una distancia de doscientos metros del lugar precitado los restos de un aparato de aviación cogiendo el que suscribe un tubo de hierro gravado con la marca Junker y la cifra 11, 1 kilogramos  y número 1.677 y fecha 11-1-36 que entrega en este acto manifestando igualmente había cables y demás restos esparcidos por el suelo"

    Meses después del suceso, por tanto, se encontraban los primeros restos del avión siniestrado, que se enviaron inmediatamente al Gobierno Militar de Cáceres, pues esta institución así lo había solicitado. En cuanto a sus tripulantes, que eran seis y cuyos nombres conocemos también gracias a las indagaciones de López Calvelo, debieron morir en el lugar, no ya debido al impacto sino de frío, pues las condiciones meteorológicas de ese invierno fueron muy rigurosas, encontrándose el lugar completo de nieve y con temperaturas bajo 0º. En enero de 1937, guiándonos por los testimonios orales de algunos paisanos tornavaqueños ya recogidos hace tiempo que nos relataron las condiciones meteorológicas que recordaban de aquellos días (o que habían escuchado contar a sus mayores), se dieron varias jornadas de densas nieblas que impedían tener una visibilidad adecuada, siendo este, muy seguramente, el principal motivo que desencadenó el accidente del avión. Estos mismos testimonios orales también recordaban haber escuchado que los cuerpos de los alemanes fueron hallados, ya sin vida ("muertos de frío" o "congelados"), en el lugar del siniestro.

    En Tornavacas y Jerte este hecho ha sido siempre muy recordado y aún perdura en la memoria y recuerdos de no pocos paisanos, pues varios vecinos de ambos pueblos hicieron batidas por la sierra para ayudar a ubicar el lugar exacto del siniestro y para localizar los restos del avión. Por los testimonios orales, sabemos que en Jerte fueron custodiados también varios fragmentos del avión que fueron bajados, hasta allí, desde la sierra. Allí fueron trasladados también los cuerpos, ya sin vida, de los alemanes. Pasado ya un tiempo del suceso, paisanos de Jerte y Tornavacas siguieron subiendo a la zona del accidente y encontrando chapas, pequeños restos y otros efectos del avión y de sus tripulantes, conservándose algunos, hasta tiempos muy recientes, en domicilios particulares. Testimonios de paisanos que tenían ganado por la zona (cabras, vacas...) o que habitualmente la frecuentaban, también recuerdan haber visto algunos pequeños restos del aparato hasta tiempos bastantes recientes (década de 1960 y 1970).

Alrededores del Calvitero/El Torreón. Agosto de 2023.

    Por la investigación de López Calvelo, en donde cita un libro sobre la Historia de Béjar, sabemos que, al menos, otros dos aviones alemanes se estrellaron en otros lugares de la Sierra de Gredos también durante la Guerra Civil, aunque en los términos de localidades ya salmantinas, próximas a Tornavacas: La Hoya y Cantalgallo. En esta publicación que aborda la historia bejarana, es donde se cita el modelo de avión Junker (JU-52) que se estrelló en el Calvitero  y cuya imagen puede observarse en la parte superior de los párrafos anteriores.

    Pero esta historia no acaba aquí, sino que 20 años después del accidente, en agosto de 1957, ya en un tiempo lejano a la guerra pero en el que el suceso aún seguía muy presente en la memoria colectiva, se celebró un acto-homenaje, en memoria de los aviadores que perdieron allí la vida, en el mismo lugar en el que sucedió el siniestro: el Calvitero. Pero esa ya es otra historia, directamente relacionada con la Historia más reciente de Tornavacas, de la que nos ocuparemos en posteriores entradas.

Nota: agradecemos los testimonios orales aportados por Luis Pérez Cepeda, Luis Buezas Rodríguez (vecinos de Jerte) y Felipa Cruz Jiménez (Q.E.P.D.), Marco A. Benito y Carmen García (de Tornavacas), muy valiosos para conocer con mayor detalle este suceso.



viernes, 10 de febrero de 2023

PARTICIPACIÓN EN EL I CONGRESO IBEROAMERICANO DE HISTORIA LOCAL

El miércoles 15 de febrero de 2023 a las 18:00, en el marco del I Congreso Iberoamericano de Historia Local que se celebra en el Centro Universitario de Plasencia, se presentará el trabajo titulado "EL WOLFRAMIO: UN MINERAL QUE MARCÓ UNA ÉPOCA Y UNA MANERA DE SUBSISTIR EN EL VALLE DEL JERTE DURANTE EL TIEMPO DE LA POSGUERRA (1945-1955)", que se centra en una temática que ya hemos abordado en este blog

Portada del programa

Programa de la tarde del día 15 de febrero

sábado, 1 de octubre de 2022

HISTORIAS DE TORNAVACAS (III): LOS AÑOS DEL WOLFRAMIO

Tiempos duros, de escasez y muy diferentes a la realidad en la que vivimos hoy día. Así se podría definir la situación de la mayor parte de la España rural de las décadas de 1940 y gran parte de 1950, marcadas por el hambre y la escasez que se venían arrastrando desde la Guerra Civil. La España rural, en general, era una zona en condiciones muy precarias y en la que cualquier actividad económica bastaba para escapar del hambre que tantos estragos causó en aquellos años. 

Dentro del abanico de posibilidades, una actividad que alcanzó gran importancia en zonas concretas de España fue la extracción de wolframio, mineral con una amplia demanda en un tiempo muy determinado.

El wólfram, y más aún las personas y entidades encargadas de su explotación, fue el gran beneficiado de la II Guerra Mundial (1939-1945), conflicto que hizo temblar los cimientos de Europa, debido al espectacular aumento de su precio. La Alemania nazi, con Hitler a la cabeza, y las potencias aliadas -Reino Unido o la Unión Soviética, entre otras- se disputaban el control de las reservas de este preciado mineral. En el caso de Extremadura, y más concretamente en el norte de la provincia de Cáceres, basta decir que gran parte de la producción sirvió de alimento para la maquinaria de guerra con la exportación de wolframio para la construcción de blindados, cañones o munición pesada. Explotaciones como las de Acebo o Valverde del Fresno tuvieron un papel muy importante durante este período. De esta manera, Franco puso a disposición de Hitler gran parte de las explotaciones de wolframio españolas y, de paso, el Estado recibió ingresos nada despreciables en una época en donde el régimen practicaba una economía de autosuficiencia -autarquía-. Además, el mineral fue declarado de interés militar, lo que blindaba su control por parte del Estado. 

Tornavacas se subió al carro de la explotación de este mineral unos años después de haber finalizado la Segunda Guerra Mundial. Eran años de escasez, de falta de recursos, en donde no existía un sustento económico estable, tal y como hoy en día ocurre con la agricultura. De este modo, la “fiebre” del wólfram llegaría a Tornavacas a finales de la década de 1940, pues en el año 1948 ya se empezó a extrarer dicho mineral. Su importancia crecería en los años siguientes (comienzos de la década de 1950), coyuntura en donde su precio se vio incrementando de nuevo coincidiendo con el desarrollo de otro conflicto bélico: la Guerra de Corea (1951-1953). Desde finales de la década de 1940, se concedieron decenas de permisos de investigación en diversos parajes del municipio para comprobar si existía este preciado mineral, llevándose a cabo catas sobre el terreno (cortes en las piedras o pequeñas perforaciones). La producción más destacada comenzó a partir del año de 1950 y se centró en tres lugares concretos: en la mina de Santa Ana (a escasos 500 metros del Puerto de Tornavacas; era la mina mejor equipada de todas y en donde, desgraciadamente, perdió la vida un paisano), en la de "Marisol" (comúnmente conocida como "Mirasol", cercana al nacimiento del río Jerte) y en la del Tejadillo (situada en esta amplia dehesa de las sierras de Tornavacas). De todas ellas, sobresalió la extracción de wolframio en la de "Marisol", llegándose a alcanzar una producción de algo más de 7.500 kg. anuales en 1952.

Antiguas instalaciones de la mina de Santa Ana

Interior de una de las galerías de la mina Marisol

Mina del Tejadillo

Escombrera de la mina del Tejadillo

Wolfamio extraído de la mina Marisol (abril de 1952).
Enviado a Tejares (Salamanca) para
su procesamiento

Además de estas minas, que en realidad eran, en su mayoría, simples galerías excavadas sobre la roca, existieron decenas de pequeños puntos en donde los tornavaqueños llevaron a cabo pequeños cortes para extraer el mineral (Sillares, zona alta de Becedas, alrededores del Puerto...). Tampoco faltó el contrabando –el famoso estraperlo, una especie de “mercado negro” en donde el mineral se pagaba a un precio más elevado. Testimonios orales de tornavaqueños que les tocó vivir esta época, cuentan que, en el alto del Puerto, en varias ocasiones se llegaron a juntar más de un centenar de paisanos para salir en pequeños grupos a la búsqueda del mineral, siempre con el temor de ser localizados por la Guardia Civil, pues el contrabando de wolframio estaba duramente castigado por la ley. Una vez extraído el mineral, a la espera de ser comprado por personas de fuera que directamente venían a Tornavacas a por él, era escondido en casas particulares del pueblo para evitar ser descubierto por las autoridades.
 
La minería de wólfram en Tornavacas, teniendo sus años dorados entre 1950 y 1955, fue a menos durante la década de 1960 y tocó fondo en la los 70, datando del año 1974 los últimos permisos de investigación para reactivar la producción. Pero ya eran otros tiempos: por un lado, el Valle del Jerte, poco a poco, iba ofreciendo más posibilidades de sustento económico como, por ejemplo, con la generalización del cultivo de la cereza; por otra parte, la emigración disminuyó la mano de obra disponible, a lo que hay que sumar el bajo precio de un mineral que había sido tremendamente importante en los primeros años del régimen franquista.

No podemos cerrar estas líneas sin hacer un sencillo homenaje, desde las palabras, a todos los paisanos que les tocó vivir en este tiempo de sacrificios, penurias y trabajo de sol a sol. A ellos les debemos el bienestar del que hoy disfrutamos. A ellos les debemos todo. Sin ellos, no seríamos nada. También es de justicia reconocer la iniciativa que tuvo el Grupo de Montaña y Senderismo de Tornavacas en el año 2013, al dedicar la VI Semana de la Montaña Extremeña a sacar del olvido este tema, dando voz a los verdaderos protagonistas de esta historia: aquellos que la vivieron.

De izquierda a derecha: Teófilo Sánchez, Florentino Marcos y Francisco Sánchez. Tornavacas, 27/04/2013

NOTA: El contenido aquí desarrollado es parte de un trabajo mucho más amplio que verá la luz en 2023. Seguiremos informando.

jueves, 30 de noviembre de 2017

NUEVA PUBLICACIÓN: EL CARLISMO EN BADAJOZ

En el nuevo número de la Revista Sharia (nº 76, 2017), que edita la Asociación Amigos de Badajoz, participo con el trabajo titulado "El carlismo en Badajoz". Se trata de un breve texto el que se proporciona una panorámica general sobre el devenir de este movimiento a nivel local a lo largo de los siglos XIX y XX.


https://www.slideshare.net/amigosdebadajoz/sharia-n-76?from_action=save 

Por su interés, se reproduce a continuación el índice de contenidos de este número:

Editorial.- Luis de Morales: “Cuestión de Estado”.
El Carlismo en Badajoz. Juan Pedro Recio Cuesta.
Sebastián Montero de Espinosa: de frustrado mayorazgo a hospital. Manuel Cienfuegos Ruiz-Morote.
Los tres poetas: Pacheco, Lencero y Valhondo. Raquel Manzano González
Otra rehabilitación del baluarte de la Trinidad fue posible. Javier Teijeiro Fuentes.
Las pinturas de Morales en el Hospital de la Concepción. José Ramón González Rico.
Avituallamiento del Ejercito Extremeño durante el primer sitio a Badajoz en 1811. José Sarmiento Pérez.
Aportaciones a la historia de Badajoz por Tirso Lozano Rubio. Manuel Cienfuegos Ruiz-Morote.
Nuevo maltrato al patrimonio en Olivenza. Juan Manuel Vázquez Ferrera.
Juan Tovar en la toma de Badajoz. Eladio Méndez Venegas.
El tesoro prehistórico de Sagrajas, su recuperación y marcha a Madrid. Juan Javier Enríquez Navascués.



viernes, 28 de febrero de 2014

LOS AÑOS PROHIBIDOS DEL CARNAVAL

El régimen que, con el General Franco a la cabeza, llevó las riendas de España durante casi más de cuarenta años, además de desplegar una severa política de control y persecución hacia los calificados como desafectos -anarquistas, comunistas, socialistas...-, tuvo en la vigilancia y control de las calles y plazas de España uno de sus principales focos de atención con el fin de reprimir los intentos de subversión y que, al final y al cabo, nada rebasara el estrecho marco legislativo diseñado a tal efecto por los sucesivos gabinetes del régimen.

Dentro de esta vigilancia, un aspecto que sería férreamente controlado fue el de las festividades. El régimen, teniendo a la Iglesia Católica y su credo como uno de sus pilares doctrinales, promocionará toda una serie de festividades de marcado carácter religioso, sin olvidar por otra parte los pomposos actos de (auto)reafirmación nacional (Día del Caudillo, Fiesta de la Hispanidad...). En el otro extremo, fiestas con un mayor componente popular o lúdico, que no encajaban demasiado en la ortodoxia impuesta y que podían constituir un elemento que dieran pie a posibles acciones subversivas, fueron, cuando no censuradas, estrechamente vigiladas. Como ejemplo concreto, una festividad proscrita por la legislación franquista fue el Carnaval tal y como lo conocemos hoy día. Dicha celebración, teniendo el añadido de poseer raíces paganas -por tanto no encajando dentro de la doctrina Católica, Apostólica y Romana- y suponiendo una posible amenaza para el régimen ya que en su transcurso se podía alterar el orden público mediante críticas, burlas y demás oprobios hacia el dogma que encarnaba el régimen, fue ya suspendida durante los tristes años de la Guerra Civil por orden del naciente aparato político-institucional franquista en atención las circunstancias excepcionales por las que atravesaba el país e indicando que era conveniente "un retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas".

Orden suspendiendo las Fiestas de Carnaval. Boletín Oficial del Estado, 05/02/1937.

Una orden que, lejos de derogarse habiendo finalizado la Guerra Civil, se confirmaría por el Ministerio de la Gobernación en enero de 1940, señalando la misma lo siguiente:

Orden resolviendo mantener la prohibición absoluta de la celebración de las fiestas del Carnaval. Boletín Oficial del Estado, 13/01/1940.


Así pues, durante la menesterosa década de 1940, carnaval y prohibición siguieron siendo dos términos que fueron de la mano. Nada mejor para verificar tal afirmación que fijarse en un bando de 1944 perfectamente válido para comprobar la estrecha vigilancia a la que estaba sometida tal fiesta en los diferentes pueblos -y ciudades- de España. El bando en cuestión fue dado a los vecinos de Tornavacas el 19 de febrero del citado año y decía así:

"De orden del Señor Alcalde y en cumplimiento de disposiciones superiores, se hace saber al vecindario en general, que queda rigurosamente prohibidas las fiestas de Carnaval, no permitiéndose por ningún concepto, el revestirse ni hacer uso de disfraz alguno; quedando asímismo prohibida toda clase de espectáculos y demás clases de diversiones que revistan caracter de tal fiesta".

Bando prohibiendo terminantemente la celebración del Carnaval. Tornavacas, 19 de febrero de 1944.

Como bien señala el documento mostrado, la prohibición del Carnaval no era decisión del Alcalde de un determinado pueblo, en este caso de Tornavacas, sino que éste era el encargado de hacer llegar una orden que emanaba de instancias de poder superiores y velar por su cumplimiento entre el vecindario. En la provincia cacereña, como sucedía en las demás de España, era el gobernador civil el encargado de trasladar a los diferentes municipios las órdenes dictadas desde Madrid. Por aquel entonces, en 1944, año marcado por un turbulento contexto europeo y mundial debido a la II Guerra Mundial, el cargo de gobernador era desempeñado en Cáceres por Luciano López Hidalgo, militar pacense y personaje histórico que, a nivel provincial, hemos tratado en uno de nuestros trabajos de investigación.

Volviendo al tema que aquí nos ocupa, no obstante, pese a este veto legal y al celo por parte de las autoridades cuando se aproximaba la fecha, el Carnaval no dejó de estar presente en sus grandes feudos como Cádiz o Santa Cruz de Tenerife; eso sí, disfrazado bajo el nombre de "Fiestas de Invierno" y soportando una censura que poco margen dejaba a la espontaneidad en las vías públicas. En el mundo rural, con el paso de los años, el ánimo festivo poco a poco fue sorteando la prohibición legal y no fue extraño que durante la celebración de Don Carnal se entonaran una serie de canciones o coplillas y que las máscaras, sigilosamente, fueran haciendo su aparición en el espacio público -ya que sí eran usuales en "fiestas privadas", en sitio cerrado-, aunque sin llegar a exteriorizar demasiado esas "alegrías internas" a las que hacía referencia la orden emitida en plena Guerra Civil. Muestra de lo anterior son las canciones de Carnaval que se cantaban en diversos pueblos durante sus "años prohibidos". Por ejemplo, en el caso del Valle del Jerte, mozos, mozas, e incluso personas ya entradas en edad, recorrían sus calles entonando coplillas. En pueblos como Tornavacas o Piornal, entre otros, se cantaba lo que sigue:

Por la otra el agua viene,
por esta calle va el agua,
por la otra el agua viene,
cuando las aguas se juntan,
qué será los que se quieren,
qué será los que se quieren,
por esta calle va el agua. 

La feria de las mujeres,
ya vienen los carnavales,
la feria de las mujeres,
la que no la salga novio
que aguarde al año que viene,
que aguarde al año que viene,
la feria de las mujeres. 


 Máscara de Carnaval. Usual en las "fiestas privadas" o en los famosos bailes de máscaras.

La modernización de la sociedad y de las costumbres, junto a una mayor dosis de tolerancia por parte de las autoridades, hizo que la faz del Carnaval fuera cambiando poco a poco hasta empezar a tener similitudes, a grandes rasgos, a cómo lo conocemos hoy. En la segunda mitad de 1960 y sobre todo durante la década de los 70, el Carnaval, junto a su carácter de fiesta alegre, desenfadada y gamberra -en el buen sentido de la palabra-, fue desbordando esas calles y plazas que no muchos años atrás habían sido vigiladas de cerca. Para aquel entonces, el entierro de la sardina, la famosa gitanería o el correteo por las calles de los pueblos de los quintos que marcharían al servicio militar, dejaron de ser una excepción para pasar a ser una serie de acontecimientos fijos de un Carnaval que, progresivamente, iba siendo más colorido en todos sus sentidos.

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Nota: La idea de insertar una canción de Carnaval así como la imagen de la máscara, pertenece a Justi Martín González.

Un repertorio más amplio del cancionero popular de Carnaval: Un piornalego en la red. Tesis Folklore musical de Piornal. Letras Canciones de Carnaval.

domingo, 29 de septiembre de 2013

¿CARLOS HUGO O JUAN CARLOS? DOS PRÍNCIPES PARA ESPAÑA

¿Carlos Hugo o Juan Carlos? Así planteaba el pleito dinástico, que aún no estaba ventilado, la revista carlista Montejurra. Ofreciendo unas notas sobre el contexto histórico, recordar que, quedando ya atrás la precaria situación del carlismo en la etapa de posguerra, en la década de los años 60 tras la presentación pública de D. Carlos Hugo en el acto de Montejurra de 1957, el carlismo, y el gran pueblo carlista, vivió tiempos esperanzadores y repletos de ilusión al ver al Príncipe Carlos Hugo como futuro Rey de España. Y es que, el "Príncipe Minero", junto a su familia, llevó a cabo numerosos actos de acercamiento al pueblo español estando presente en diferentes actos de reafirmación carlista -Montejurra, Quintillo o Monserrat son buenas muestras de ello- y realizando un amplio número de visitas a muy diversos lugares de la geografía española.

 Foto aparecida en la portada del nº 36 (abril de 1968) de Montejurra bajo el encabezado "Monarquía insobornable". De pie: Las Infantas, D. Sixto, D. Carlos Hugo y su esposa Dª Irene. Sentados: D. Javier  y Dª Magdalena

Montejurra, en su número correspondiente a febrero de 1968, realizando una comparativa entre los Príncipes, señalaba las virtudes y los vicios de ambos. Así, de Carlos Hugo se decía, por aquel entonces, que era el "Píncipe nacido en el exilio, como todos los carlistas, al ser desterrados y perseguidos por la Monarquía Liberal y las Repúblicas", y en su figura debían recaeer "los deberes y derechos de la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa, esta es la Monarquía Carlista, definida para reinar en España". Por su parte, el Príncipe D. Juan Carlos, actual Rey de España con el nombre de Juan Carlos I, por aquel entonces no muy conocido por el conjunto de los españoles y con un carisma menor a su "rival" carlista, era el Príncipe "que desciende de la Monarquía Liberal, contraria a la Tradicionalista, [y] lógicamente debe ser continuador de las trayectorias políticas de su abuelo Alfonso XIII y manifestaciones de su padre Don Juan". 

 Portada de Montejurra (nª 34, febrero de 1968)

Tras enumerar la serie de vicios y virtudes de ambos, el rotativo carlista concluía, como era de esperar, sobre Carlos Hugo: "está muy clara la elección, pues no basta para ser Príncipe Reinante en España, solamente con tener 30 años, es necesario contar además con cualidades, requisitos y antecedentes de plena garantía". Tras el listado que aparece bajo la efigie de D. Juan Carlos, Montejurra señalaba: "Para ABC y adláteres, suponemos, que tampoco cabe duda en la elección, porque no tratan de elegir al mejor, ni atienden a razones, les basta con que defiendan sus intereses afectivos parciales, aunque no alcance los nacionales".

 Portada de la revista Juánperez. Incluida en el número 11 de Montejurra (octubre de 1965)
En la baraja: D. Juan Carlos, D. Javier, D. Carlos Hugo y D. Juan.

Finalmente, este pleito dinástico fue solventado por el mismo Francisco Franco en julio de 1969, cuando Juan Carlos fue desginado como su sucesor en la Jefatura del Estado, tal y como se puede apreciar en la grabación del NO-DO que se enlaza. De esta manera, la ilusión y esperanza carlista depositada en la figura de Carlos Hugo, vivida desde ese mismo año de 1957 con su presentación pública en Montejurra y que se prolongó durante gran parte de 1960, fue dando paso a un enfrentamiento ya sin ambages con el régimen por parte de un amplio sector del carlismo y el movimiento, en un proceso complejo y no exento de debates aún hoy día, siguió unos derroteros ya notablemente distintos. Como ya se ha apuntado acerca de este proceso, el carlismo, a finales de la década de los sesenta, vivió el "naufragio de las ortodoxias".


miércoles, 21 de agosto de 2013

LA PRODUCCIÓN HISTÓRICA SOBRE EL CARLISMO EN EL TIEMPO DEL FRANQUISMO


¡Cuántas veces, encerrado en mi despacho, en las horas amargas de mi largo destierro, fijos los ojos en el estandarte de Carlos V, rodeado de otras cincuenta banderas, tintas en sangre nobilísima, que representan el heroísmo de un gran pueblo, evoco la memoria de los que han caído como buenos, combatiendo por Dios, la Patria y el Rey! Ese era su grito al morir. Con la misma sagrada invocación en los labios, cuántos otros han entregado su alma a Dios, mártires incruentos, en los hospitales, en la emigración, en las cárceles, en la miseria; matados, aún más que por el hambre, por las humillaciones, y todo por no querer faltar a la fe jurada, por ser fieles al honor, por no doblar la rodilla ante la usurpación triunfante. Nosotros, continuadores de su obra y herederos de las aspiraciones de todos ellos, tenemos el deber ineludible de honrar su memoria.
 Palabras de S.M. Carlos VII (1848-1909) en SANZ Y DÍAZ, J., Generales carlistas, vol. I, Madrid, Publicaciones Españolas, 1954, p.3.


El régimen de Franco, con vistas a ensalzar ciertos capítulos y/o personajes de la Historia de España, dio soporte a gran cantidad de publicaciones durante los casi más de cuarenta años de su vida. Basta con recordar que se difundieron hasta la saciedad las proezas de los conquistadores del Nuevo Mundo o las batallas contra Al-Ándalus -la denominada Reconquista-, entre otros muchos episodios. En este sentido, dentro del siglo XIX -que, recordemos, según Franco debía ser borrado de la Historia de España por ser la centuria por excelencia del liberalismo - el Carlismo también será uno de los temas que se tratarán dentro de esta producción histórica. No olvidemos que fue un movimiento contrarrevolucionario y legitimista iniciado en el siglo XIX y, posteriormente, partícipe en la Guerra Civil dentro del denominado "bando nacional". Este carácter y trayectoria del Carlismo servirá al régimen para hacer proselitismo de los valores patrios y, de paso, integrará en su ideario elementos procedentes del tradicionalismo.

Dentro de esta producción histórica podemos insertar el folleto titulado Generales carlistas, realizado por José Sanz y Díaz, compuesto por dos volúmenes (I y II, ambos de 29 páginas), y publicados en 1954 y 1956, respectivamente, por la editorial Publicaciones Españolas. Como el mismo autor apunta, se trata de una serie de informaciones básicas sobre "la serie de militares que más se distinguieron por sus hechos heróicos dentro de las filas leales de la Legitimidad".


Cubierta del folleto Generales carlistas. Vol. I, 1954.

Atendiendo a lo dicho, además de ofrecer una serie de datos sobre los generales que lucharon por la causa carlista -encontrando mayor número de referencias a los que lucharon en la Primera Guerra (1833-1840)-, dicho folleto acompaña estas descripciones con imágenes de notables personalidades del Carlismo decimonónico, caso de D. Tomás de Zumalacárregui o S. M. Carlos VII.

Grabado de un jovencísimo Zumalacárregui

S.M. Carlos VII

Siendo una publicación "patrocinada" por el régimen, el autor establece un nexo entre las guerras del siglo XIX y la  propia Guerra Civil, ya que, según sus palabras, "cuando, durante la infecta República socialera, todos los valores morales estaban en quiebra y España caminaba, materializada, a la deriva, los nietos de estos generales de los requetés tendrían que cumplir una altísima misión: la de salvarla, y la cumplieron desinteresadamente". Obviando otros fragmentos repletos de la retórica habitual tan utilizada por el régimen, los dos volúmenes se componen de los siguientes contenidos:

  • Volumen I (1954)
 I. Preámbulo necesario.
II. Don Santos Ladrón de Cegama.
III. Don Tomás de Zumalacárregui Imaz, duque de la Victoria.
IV. Don Vicente González Moreno.
V. El conde de Villemur.
VI. El marqués de Bóveda de Limia.
VII. Don Ángel Casimiro Villalaín.
VIII. Don Manuel Marco de Bello y Rodrigo.
IX. Don Jaime Ortega y Olleta.
X. Don Antonio Dorregaray y Dominguera.
XI. Don Juan Manuel Balmaseda.
XII. Don Nicolás Ollo y Vidaurreta, conde de Somorrostro.
XIII. Don Juan Nepomuceno de Orbe, marqués de Valdespina.
XIV. Don Rafael Tristany.
XV. Don Joaquín J. de Alzaa.

  • Volumen II (1956)
I. Notas.
II. Don Castor de Andéchaga.
III. Don Manuel Salvador Palacios.
IV. Don Juan Illanes.
V. Don José Sabater y de Prat.
VI. Don José de Lespinasse.
VII. Don Isidro Pamiés.
VIII. Don Fernando Carnevali.
IX. Don Carlos Calderón y Vazco.
X. El Conde de Casa-Eguía.
XI. Don Manuel de Medina-Verdes y Cabañas.
XII. Don Bruno de Villarreal.
XIII. Don Miguel Gómez y Damas.
XIV. Don José de Uranga.
XV. Don Ignacio Negri y Mendizábal.
XVI. El Artillero Montenegro.
XVII. Guergué, el fusilado de Estella.
XVIII. Un gran general murciano, Jara.
XIX. Otro fusilado por Maroto, el general García.
XX. Quílez, un turolense ejemplar.
XXI. Llangostera, el de Manlleu.
XXII. Miralles, III capitán general del Maestrazgo.
XXIII. El general Borges, que murió en Calabria.

Sin duda, una pequeña obra para concer dos aspectos de la contemporaneidad española: 1) algunos datos sobre la vida y obra de los generales carlistas del siglo XIX y 2) el uso interesado de la Historia por parte del Franquismo.

Generales carlistas en el catálogo de la Biblioteca de la Universidad de Extremadura.

sábado, 25 de mayo de 2013

EL VALLE DEL JERTE EN LA DÉCADA DE 1950 [Fotografías]

Habiendo dejado atrás la dura y penosa década de 1940, años de posguerra marcados por el hambre, el racionamiento y por una escasez generalizada, la década de 1950 marcaría un antes y un después en la política económica del régimen de Franco.

Estando cada vez más seguro de que, España en su gran conjunto, tenía un gran potencial basado en el turismo, el Gobierno franquista apostaría, cada vez más, por promocionar la imagen de España bien en el interior o en el exterior - siendo en este último caso, sobre todo con las zonas de costa, como más adelante ocurriría -

Dentro de esa campaña destinada a la promoción de la actividad turística, se enmarca la que en esta entrada se describe. Como otras tantas que se realizaron a lo largo y ancho de España, se trata de una exposición fotográfica que recorrió numerosos puntos de la provincia con el fin de dar a conocer la belleza natural del Valle del Jerte. La misma, titulada Pueblos y puentes del Jerte, fue organizada por la Jefatura Provincial de Turismo de Cáceres en el año 1957 y en ella aparecen diferentes pueblos de la comarca, caso de Cabezuela del Valle, Jerte, Navaconcejo o Tornavacas. En las imágenes se puede observar la gran transformación paisajística que ha sufrido el Valle del Jerte en los últimos cincuenta años debido, principalmente, a dos razones: el crecimiento de los núcleos de población y la apuesta por la cereza como principal actividad económica, lo que ha acarreado la modificación de no pocas zonas que antes eran bosque o, simplemente, no estaban dedicadas a ningún otro fin productivo.

Las imágenes pertenecen a la magnífica colección fotográfica - contando con más de 1.000 imágenes - que custodia el Archivo Histórico Provincial de Cáceres y que actualmente, en su mayoría, está digitalizada.

Vista de Cabezuela del Valle


  
Puente de Cabezuela del Valle (carretera N-110)
 

 
Tornavacas


 
Jerte


Cabezuela del Valle


Puente de Jerte
 

Puente de Navaconcejo
 

Tornavacas