viernes, 7 de julio de 2023

HISTORIAS DE TORNAVACAS (VII): LA CALZADA DEL PUERTO DE TORNAVACAS

El pasado más remoto del Valle del Jerte está aún por descubrir. Es muy poco lo que conocemos sobre la Prehistoria y el conjunto de la Edad Antigua, más allá del castro de los Riscos de Villasvieja (en el término de Casas del Castañar, el cual merece una campaña arqueológica para conocer más pormenores de este lugar) y de ciertos hallazgos materiales, muchos de ellos descontextualizados, que han sido hallados esparcidos por los diferentes términos municipales.

El Valle del Jerte, por sus singularidades (clima, orografía...), condiciones ambientales y por sus recursos naturales, es indiscutible que ha estado habitado desde hace miles de años, mucho antes de la fundación de los actuales pueblos, aunque haya sido a una baja intensidad.

En los tiempos anteriores a la llegada de los romanos a la Península Ibérica (siglo III a.C.), en la zona en la que nosotros habitamos estuvo asentado un pueblo prerromano conocido como los vettones, un pueblo de raíces celtas que generalmente vivía en pequeños poblados situados en lo alto -lomos, cerros...- (conocidos como "castros") y con una economía que se basaba en la ganadería y en la obtención de recursos naturales del entorno. Los indicios relativos a esta cultura hallados en diferentes puntos del valle (los famosos "verracos" y otros elementos) parecen indicar que debieron existir varios poblados de estas características, principalmente, recordemos, en zonas con una cierta elevación, lo que les facilitaba el control visual del territorio y una mejor defensa en caso de ataque.

Tras la llegada de los romanos y su conquista de la Península, el Valle del Jerte continuó siendo una zona escasamente habitada y de una importancia secundaria con respecto a otras, pues la principal vía de comunicación que atravesaba el norte de la provincia de Cáceres fue la Vía de la Plata, que vertebra el vecino valle del Ambroz. Aquella fue la principal zona que recibió una importante romanización (véase la ciudad romana de Cáparra).

Ubicados ya en el tiempo, en esta nueva entrada nos detenemos en la secular calzada que aún hoy existe en los alrededores del Puerto de Tornavacas por la relación que tiene con las dos épocas anteriormente descritas. Un camino, hoy ya muy desdibujado por el paso del tiempo y por su desuso del que, por desgracia, pocos metros quedan de su trazado original. Está catalogado como yacimiento arqueológico y, como bien de dominio público, es responsabilidad de todos conservar lo poco de él que queda, pues, por su origen, es el resto material más antiguo de Tornavacas. 

La calzada está enclavada en ese corredor natural que es el Cerro del Palo y que el hombre ha cruzado para llegar al valle por la parte norte o abandonarlo subiendo desde el sur. Un lugar que también posee un alto valor geológico, ya que por aquí transcurre la famosa falla de Plasencia-Alentejo que originó el Valle hace millones de años.

Vista aérea de la zona del Puerto de Tornavacas
 
Vista general del Puerto con referencia al corredor natural del Cerro del Palo

El trazado de la calzada como tal, aunque ya fuera un camino natural utilizado por el hombre miles de años atrás, tiene su origen en la época romana, cuando se convirtió en una vía de comunicación secundaria, paralela a la Vía de la Plata, que sirvió para el tránsito de personas y animales. En los tiempos de la Edad Media y de la Edad Moderna, cuando el Puerto de Tornavacas se convirtió en un lugar por el que pasaban miles de cabezas de ganado trashumante al año y en él se cobraba el famoso portazgo, se debió adecentar en sucesivas ocasiones su pavimento (losas) para facilitar el tránsito de carruajes y de dichos animales.

Pavimento (probablemente ya de la Edad Moderna) y trazado de la calzada. Abril de 2023.

Hoy día, este corredor natural en donde se construyó la calzada sigue teniendo la función que también ha tenido durante siglos: ser el lugar por el que transitan los ganados trashumantes que alternan las temporadas entre las deheses extremeñas y las sierras castellanas. Por tanto, aunque ya no se corresponde con exactitud al trazado original de esta calzada, por aquí sigue existiendo en la actualidad un tramo del cordel del valle, que vertebra de norte a sur la comarca.

En los alrededores de este paraje en el que aún queda mucho por descubrir, no es difícil hallar ciertos restos materiales que nos pueden indicar el poblamiento del lugar desde hace miles de años. Grandes bloques de granito ya fracturados con indicios de haber sido trabajados por el ser humano así nos lo indican. En el siglo pasado, el Dr. Sayans Castaños informó de la existencia de un verraco o toro de piedra, tan típico de la cultura vettona, en la parte más alta de la calzada, coronando el Puerto. Pese a las diversas investigaciones practicadas hace años y en la actualidad, desgraciadamente, nada de sabe de dicha escultura zoomorfa.

Restos de piedra labrada. Abril de 2023.

Toros de Guisando. Característicos verracos vettones

Tras todo lo dicho, no queda duda de que aún queda mucho por conocer en las zonas aledañas al Puerto de Tornavacas, especialmente en el corredor natural al que hemos dedicado unas líneas en esta entrada, pues ha sido un paso natural utilizado por el ser humano durante miles de años. Un lugar, en definitiva, en el que aún queda mucho por descubrir, como también ocurre con la historia más remota de nuestra comarca.