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lunes, 22 de septiembre de 2014

PRESENTACIÓN DEL LIBRO LA SEVILLA CARLISTA DE 1833-1840. LEVANTAMIENTO Y REPRESIÓN

Caín Somé Laserna, investigador procedente de la Universidad de Sevilla, buen conocedor del carlismo andaluz y con quien compartí galardón -XIII Premio Internacional de Historia del Carlismo "Luis Hernando de Larramendi"-, presenta el próximo lunes 29 de septiembre su libro La Sevilla Carlista de 1833-1840. Levantamiento y represición, que ha sido publicado por Actas Editorial dentro de la Colección «Luis Hernando de Larramendi». Toda la información sobre el acto de presentación:

LA REAL ACADEMIA SEVILLANA DE BUENAS LETRAS
y
la Fundación Ignacio Larramendi

Tienen el honor de invitarle a la presentación del libro La Sevilla Carlista de 1833-1840. Levantamiento y represión, de Caín Somé Laserna, publicado por Actas Editorial.

La obra será presentada por D. Alfonso Bullón de Mendoza, Director del Instituto CEU de Estudios Históricos.
En el acto intervendrán también el Director de esta Real Academia, Excmo. Sr. D. Rafael Valencia y D. Luis Hernando de Larramendi, Vicepresidente Ejecutivo de la Fundación Ignacio Larramendi. 

Fecha: Lunes, 29 de septiembre de 2014
Lugar: Salón de Actos de la Real Academia (C/ Abades, 14 - 41004, Sevilla)
Hora: 19:00

Concluido el acto se ofrecerá una copa de vino español a los asistentes

Invitación al acto de presentación

Portada del libro


martes, 3 de junio de 2014

NUEVA PUBLICACIÓN. "ESTADO CARLISTA: TRADICIÓN Y FUEROS"

Con motivo del II Simposium de Historia del carlismo celebrado en las localidades catalanas de Avià y Berga (Barcelona) durante el día 10 de mayo de 2014, el Centro de Estudios de Avià, organizador de las jornadas, ha tenido a bien publicar un libro para la ocasión que recoge las ponencias presentadas a dicho simposio. 


 Portada de la publicación

Contraportada de la publicación

El libro, titulado Estat carlista: tradició i furs y que se compone de un total de catorce contribuciones, cuenta con mi ponencia que lleva por título "'Usurpadores, peseteros e impíos'. El liberalismo isabelino a través de una fuente carlista: la 'Gaceta Oficial' de Oñate (1835-1837)".

miércoles, 14 de mayo de 2014

CUANDO LOS CARLISTAS OCUPARON CÁCERES


Juan Pedro RECIO CUESTA
Miembro de AJHEx

Hoy en día no resulta extraño, tanto en la sociedad española en general como incluso en el seno de instituciones educativas, tener una percepción del carlismo bastante alejada de la realidad histórica; esa realidad, aunque intangible, que tanto se afana en rastrear el historiador en su trabajo. Así, no hay quienes lo ven como un mero episodio anecdótico dentro de la Historia Contemporánea española y lo valoran nada más y nada menos como si se tratara de aspecto casi folklórico que se focalizó territorialmente en determinados espacios peninsulares. Pero cuando tenemos en cuenta, y haciendo referencia solamente a lo sucedido en el siglo XIX, que el carlismo sostuvo dos guerras civiles que, incluso, trajeron consigo amplias implicaciones internacionales (contiendas de 1833-1840 y 1872-1876), y otro conflicto de menor intensidad (1846-1849) que afectó especialmente a territorios como Cataluña, vemos que las reclamaciones dinásticas de don Carlos María Isidro de Borbón y Borbón-Parma (titulado Rey de España como Carlos V), don Carlos Luis de Borbón y Braganza (como Carlos VI) y don Carlos María de Borbón y Austria-Este (como Carlos VII) no solamente se trataron de episodios apenas sin importancia, sino que el carlismo se alzó como un reto constante para el Estado liberal que, con sus más y sus menos, se fue implantando progresivamente en España durante esta centuria. Pero no solamente se limitó su acción a las armas –pues tampoco es extraño relacionarlo con un escaso número de desarrapados que actuaban por las montañas-, sino que, ya avanzado el siglo, tuvo representación política en Cortes y llegó a poner en marcha una red de círculos, prensa y propaganda tradicionalista que se extendió por todos los rincones de la geografía penínsular.

Don Carlos V
Don Carlos María Isidro de Borbón
Dicho lo cual, y centrándonos ya en la Primera Guerra carlista, encrucijada histórica en donde se inserta el acontecimiento sobre el que versa este pequeño artículo, señalar que la misma comenzó a vislumbrarse en 1830 tras la promulgación de la Pragmática Sanción, la cual venía a confirmar que una mujer podría reinar en España, y estalló tras la muerte de Fernando VII en septiembre de 1833, pues ambos bandos se venían preparando para el conflicto desde años atrás y la situación era cada vez más conflictiva. Así, la guerra se libró entre carlistas (partidarios del Infante don Carlos) y cristinos o isabelinos (partidarios de la Reina Gobernadora doña María Cristina de Borbón- Dos Sicilias y su hija, que fue entronizada bajo el nombre de Isabel II). La causa que representaba don Carlos en la guerra que se libró en España durante 1833 y 1840, también conocida como la de los Siete Años, fue patrimonio común de muchos españoles, pues no solamente se dirimió la cuestión dinástica sino que su persona encarnaba y representaba, en aquel momento, toda una cosmovisión política, ideológica, económica, social, cultural y religiosa ya existente antes de la penetración del liberalismo en España. De ahí, que, en mayor o menor grado, tuviera soportes en todos y cada uno de los estratos sociales, desechando también, ya de paso, la tan manida e inexacta creencia de que el carlismo únicamente era respaldado y sostenido por la Iglesia y por el estamento religioso.

Si el lector quizá se encuentre sorprendido a raíz de estas aclaraciones que estimamos totalmente necesarias para un buen entendimiento del conflicto, puede que la sorpresa vaya a más cuando señalamos, sin reservas, que la Primera Guerra carlista fue una contienda que tuvo en constante tensión a Extremadura durante estos años. Si bien se produjo una menor actividad bélica que en la porción vasco-navarra, Cataluña o el Maestrazgo, como ya señaló el historiador liberal don Antonio Pirala, fue en el suelo extremeño donde se levantaron los primeros pendones por don Carlos, los cuales fueron severamente reprimidos desde octubre de 1832, momento en que subió al poder el Ministerio encabezado por don Francisco Zea Bermúdez –supervisado y tutelado en todo momento por la Reina Gobernadora, doña María Cristina de Borbón, y la camarilla que se había creado a su alrededor-; represión que se acentuó tras la llegada de don José Ramón Rodil y Campillo, ya en septiembre de 1833, en calidad de Capitán General de Extremadura. Pero a pesar del proceso de depuraciones y extrañamientos que éste llevó a cabo sobre los carlistas extremeños, desde 1833 hasta 1836 diversos jefes de guerrillas como los hermanos Cuesta –don Feliciano y don Francisco, que tuvieron un papel destacado en la Guerra de la Independencia- o los valxertienses don Santiago Sánchez de León o don Alonso Muñoz, entre otros tantos, hicieron todos los sacrificios que estuvieron en sus manos para hacer progresar la causa de don Carlos. Además, no pocas zonas de la geografía extremeña, especialmente la circunscrita a la zona norte de Cáceres, se mostraron reacias a aceptar a Isabel II como Reina y por ello se sucedieron diversos proyectos conspirativos para alzarse en armas y defender los derechos a la Corona de España del ya declarado rebelde, traidor y ex Infante, don Carlos.

Trazada esta breve y necesaria panorámica histórica, nos centramos ya en el episodio objeto de este pequeño artículo, que no es más ni menos que la ocupación de Cáceres por parte de las fuerzas carlistas, hecho que acaeció en los últimos días de octubre y los primeros de noviembre de 1836, cuando arribó a Extremadura la fuerza carlista de mayor envergadura, numéricamente hablando, que había pisado su suelo desde los inicios mismos de la guerra civil[1].

Don Miguel Gómez Damas
Don Miguel Gómez Damas
La fuerza del general carlista don Miguel Gómez Damas, el títulado Ejército Real de la Derecha, salió el 26 de junio de 1836 de Amurrio (Álava), contando con un total de 2.700 infantes y 180 jinetes, además de portar “un obús y un cañón de montaña al cargo de un sargento de artillería y nueve artilleros”[2], y entraba en territorio extremeño el 26 de octubre de 1836, después de 4 meses de operaciones, tiempo en el que había recorrido grandes espacios de la geografía peninsular. Hasta su llegada, había sufrido reveses, pero también había cosechado notables triunfos.
A pesar de la implacable, pero no muy afortunada persecución que le practicaban los mandos militares isabelinos don Isidro Alaix, don José Ramón Rodil y don Ramón María Narváez, entre otros, justamente antes de penetrar en la demarcación pacense, la fuerza carlista de Gómez consiguió una victoria importante al hacer capitular, el día 24 de octubre, la villa ciudadrealeña de Almadén, tras rendirse la guarnición liberal que resistió casi durante más de dos días el sitio de los carlistas. Como resultado de tal hecho, “los cristinos sufrieron diecisiete muertos, cuarenta y seis heridos y 1.767 prisioneros”[3].

Así, tras esta victoria y portando los carlistas una gran cadena de presos liberales, se presentó Gómez en Siruela el día 26, continuó hacia Talarrubias y pernoctó en Navalvillar de Pela. El 27 prosiguió su recorrido y llegó a Guadalupe por la tarde. El general carlista envió una avanzadilla, al mando del coronel don Francisco Fulgosio, para que le informase de la fuerza liberal allí establecida, y éste informó que en la villa guadalupana permanecía acantonada una fuerza de 1.500 individuos de los movilizados de Extremadura. Una fuerza para hacer frente a los carlistas que de muy poco sirvió, pues cayeron prisioneros 267 de los movilizados, otros tantos se presentaron voluntarios a engrosar las filas carlistas y el resto –exceptuando a unos cien -, tras arrojar las armas, se dispersaron voluntariamente. Este hecho inmediatamente tuvo su repercusión en otros puntos de la geografía extremeña, pues, exceptuando dos batallones que se hallaban uno en Badajoz y otro en Plasencia, “todos los movilizados de Extremadura se fueron a sus casas, quedando la provincia en la mayor tranquilidad”[4].

En Guadalupe, Gómez reflexionó acerca de sus posteriores movimientos. En este punto supo que el Puente del Arzobispo, camino natural hacia Madrid, estaba ocupado por 2.800 hombres al mando de don José Carratalá, lo que le hizo cambiar de estrategia –teniendo en cuenta que Alaix también estaba cerca de sus pasos- y decidió marchar hacia Cáceres. De este modo, la fuerza expedicionaria carlista continuó la marcha: el 28 pasaba por Cañamero y Logrosán para arribar el 29 por la tarde a Trujillo, tras haber pasado también por Zorita y Conquista de la Sierra, lugar este último en donde los carlistas realizaron una junta.

En Trujillo descansaron el día 30 de octubre, jornada que también fue aprovechada para ocuparse de varias cuestiones que conviene señalar. En primer lugar, se licenció a los Milicianos Nacionales que traían prisioneros desde Almadén. En segundo lugar, las tropas carlistas aprovecharon para hacerse con provisiones, pues aunque habiendo abandonado Trujillo las autoridades liberales, una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, no fueron puestas a salvo y todo ello quedó en poder de los carlistas[5]. En tercer y último lugar, se volvió a celebrar otra junta en la que intercambiaron opiniones los diferentes generales carlistas que componían la expedición, entre los que se encontraban don Ramón Cabrera, el Trigre del Maestrazgo, don José Miralles o don Joaquín Quílez, entre otros. El principal objeto de la misma fue “someter a su examen y deliberación en qué punto del Reino podría hacer la guerra este Ejército con más ventajas de la legítima causa del Rey N.S.”[6]. Tras una concienzuda deliberación, se decidió que don Ramón Cabrera “en la primera ocasión favorable” marchase a socorrer la plaza de Cantavieja (en Teruel), debido al sitio que estaba practicando sobre ella el general cristino don Evaristo San Miguel[7]. Decidida esta opción, Cabrera marcharía desde Cáceres.

Solventados estos asuntos, partieron para Cáceres el día 31, punto al que llegaron a las tres de la tarde “en medio de los vivas y aclamaciones de toda la población que salió a recibirnos”[8]. Este mismo día, el Vizconde de la Torre de Albarragena, título que ya destacó en durante el Trienio Liberal (1820-1823) por su adhesión a la causa realista, dio alojamiento al general don Ramón Cabrera[9].

Establecida la fuerza carlista en Cáceres sin encontrar ninguna resistencia, el día 1 de noviembre de 1836, festividad de Todos los Santos, Gómez aprovechó la parada para observar y adquirir noticias de los movimientos de las fuerzas liberales, principalmente de las mandadas por Rodil y Alaix, y para realizar varias cuestiones de intendencia. Por un lado, nombró, respectivamente, Comandante y Capitán de partida a los paisanos cacereños don Francisco Rincón -que no José, como citan algunas fuentes- y a don Genaro Morales, perteneciente este último a una “familia de la que habían sido algunos jefes realistas en tiempos de la revolución del año 20”[10]. Por otro lado, se dio libertad a un gran número de hombres que pertenecían al grupo de los prisioneros “después de habérseles tomado juramento de no volver á las armas en contra de la causa de don Carlos” [11] y se perdonó la vida “a un oficial y dos sargentos que habían hecho por su cuenta exacciones pecuniarias”[12]. También durante este día se trató de reunir dinero y hombres. Por lo que respecta al dinero, tenemos constancia que se realizaron varias exacciones, como la practicada al cura ecónomo de la Iglesia de Santa María, don Antonio Vives, a quien el tesorero de la tropa carlista exigió la cantidad de 1.000 reales[13]. En lo relativo a los hombres, Gómez circuló un bando para que “todos los mozos solteros se presentasen sin escusa alguna para que siguiesen con su compañía”[14] y también recibió voluntarios que engrosaron sus filas, destacando el caso del hijo del citado Vizconde de la Torre de Albarragena, don Narciso María de Cabrera, de veintiún años de edad[15].

Al tiempo que Gómez se encargaba de supervisar lo anterior, muy pendiente por otra parte de los movimientos de los liberales que tenían tomado el puente del Cardenal, decidió que don Francisco Rincón, recién nombrado Comandante de partida, con 40 caballos y 30 infantes se dirigiera a tomar el puente de Alcántara, lo cual logró con sus efectivos no sin entablar una refriega con el destacamento cristino allí acantonado y a pesar del riesgo que esto suponía para los carlistas al hallarse en la frontera portuguesa una fuerza del Gobierno liberal del vecino Reino que “amenazaba entrar en la provincia, si nosotros permanecíamos en ella o nos acercábamos a Portugal”[16].

Habiendo tomado el puente de Alcántara la avanzadilla carlista, el grueso de la expedición de Gómez salió para allá el 2 de noviembre por Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), pero a una legua de Cáceres tuvo que retroceder por la noticia de los movimientos de Alaix y Rodil. A su vuelta a la capital cacereña, fue cuando se produjo la marcha de don Ramón Cabrera hacia Aragón, la cual no debió de estar exenta de polémica debido a la disconformidad de éste último con las tropas que se debía llevar. El Tigre del Maestrazgo, cumpliendo órdenes, dejó el grueso de la expedición y el día 3 marchó por Valdefuentes a Montánchez, lugar donde pernoctó antes de pisar territorio manchego. Por su parte, la expedición abandonó también Cáceres y el día 3, pasando por Torreorgaz y Torrequemada, hizo noche en Torremocha, con la intención de marchar sobre Trujillo y pasar el Tajo por la barca de Almaraz. Pero las noticias que a los carlistas les llegaron en Torremocha les hicieron cambiar nuevamente de planes, puesto que Rodil se encontraba en Jaraicejo, Alaix en Siruela y que Narváez, “con una División de 5.800 hombres, de un día a otro debía incorporarse con el primero”[17]

Tras conocer esto y no contar Gómez con un auxilio seguro de alguna otra fuerza que saliera de las provincias del norte, decidió replegarse hacia Andalucía. Fijada esta nueva ruta, el día 4, pasando por Arroyomolinos de Montánchez y Almoharín, llegó a Miajadas, punto en donde pasaron la noche y se separaron de la expedición los jefes de partida ya citados, Rincón y Morales. Al día siguiente, el 5 de noviembre, pisaron ya territorio pacense, pasando por Villar de Rena y Rena, punto en el que vadearon el Guadiana construyendo un puente de carros y consiguieron 1.200 reales que les entregó su alcalde, e hicieron noche en Villanueva de la Serena. El día 6 pasaron por La Haba, La Guarda, Quintana y Zalamea de la Serena y el 7 abandonaron Extremadura, pasando por los núcleos de Berlanga y Ahillones, llegando a Guadalcanal, ya en la provincia de Sevilla.

Tras el abandono de Extremadura de la fuerza expedicionaria de Gómez, una nueva etapa de la guerra se abrió en nuestra región, y durante los últimos meses de 1836, todo el año de 1837 y el primer semestre de 1838, la causa de don Carlos conoció sus mejores momentos. Tan solo por citar algunas consecuencias inmediatas, el 2 de noviembre se declaraba en estado de guerra toda Extremadura; las villas valxertienses de Jerte y Cabezuela proclamaron a don Carlos como Rey de España y el 12 de noviembre, don Santiago Sánchez de León, logró ocupar Cabezuela comandando más de 400 hombres; por su parte, el jefe carlista don Francisco Rincón tuvo en convulsión a las tierras de Trujillo hasta bien entrado 1837 y entre las propias autoridades liberales extremeñas, tanto políticas como militares, se sucedieron diferentes conflictos, pues la descoordinación, el miedo y la confusión reinó en el conjunto de Extremadura como consecuencia de la irrupción de tamaña fuerza militar, la de mayor envergadura que había pisado su suelo desde el inicio mismo de la guerra en octubre de 1833, ya que informaciones nos hablan que la misma se componía de unos 12.000 hombres en aquel momento.


[1] El presente episodio es uno de los tantos que se recogen en nuestro estudio sobre la Primera Guerra carlista en Extremadura, que será publicado en formato libro a lo largo de los próximos meses.
[2] BULLON DE MENDOZA, A., La expedición del General Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984, p. 23.
[3] Ibíd., p. 153.
[4] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el general andaluz Don Miguel Gomez, San Sebastián, Ed. Gráfico-Editora, 1943, p. 64.
[5] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 16/03/1837.
[6] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 100- 102.
[7] BULLÓN DE MENDOZA, A., La expedición…Op. cit. p. 157.
[8] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit, p. 65. Aunque pueda parecer exagerado el recibimiento a las tropas carlistas, no lo descartamos ya que las autoridades liberales, que huyeron en masa de Cáceres, dejaron abandonada a su población.
[9] MORAL RONCAL, A. M.: “La nobleza española ante la primera guerra carlista”, Ayer, Nº 40, 2000, p. 204.
[10] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[11] DE GUZMAN, J. P., “Crónica de la provincia de Cáceres” en RUBIO, GRILO y VITTURI (Eds.), Crónica general de España ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, Madrid, Imprenta de J. E. Morete, 1870, p. 59.
[12] BULLON DE MENDOZA, A., La expedición… Op. cit., p. 159.
[13] Archivo Histórico Municipal de Cáceres (en adelante AHMCC), Libros de actas, sesión del 18 de agosto de 1837.
[14] AHMCC, Caja 19/115, exp. 23.
[15] AHMCC, Caja 19/120, exp. 9. Como es lógico, en esta documentación no se especifica que marchara voluntariamente con Gómez, sino que señala, en un listado realizado ya en abril de 1838, que “parece se lo llevó Gómez, con otros mozos de esta capital, el 4 de noviembre de 1836, según se dice de público, y cuyo paradero se ignora”.
[16] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[17] Ibíd., p. 67.


Para saber más:
  • BULLON DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del General Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984.
  • DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el general andaluz Don Miguel Gomez, San Sebastián, Ed. Gráfico-Editora, 1943.
  • RECIO CUESTA, Juan Pedro, “Guerra y contrarrevolución durante el siglo XIX. La primera carlistada en la provincia de Cáceres”, Revista de Estudios Extremeños, T. LXIX, Nº 1, Enero/Abril, 2013, p. 337-360.
Artículo publicado dentro de la actividad Historia Corta, puesta en marcha por la Asociación de Jóvenes Historiadores de Extremadura: http://extremadurarevistadehistoria.com/ajhex/actividades/historia-corta/cuandoloscarlistasocuparoncaceres/ 

viernes, 8 de noviembre de 2013

D. MARIANO CEFERINO DEL POZO, "BOQUIQUE". LA LEYENDA.

"Yo no soy como tú y los tuyos. Ni mato ni robo sin razón. Si estoy huído, es por mi forma de pensar". Esta frase, pronunciada por el encargado de interpretar a D. Mariano Ceferino del Pozo en la recreación de la leyenda que se centra en su figura, seguro que, atendiendo a los hechos que se conocen, se correspondió con la personalidad de nuestro personaje.

Y decimos esto porque, D. Mariano Ceferino del Pozo, más conocido por el sobrenombre de "Boquique" -cueva en el paraje placentino de Valcorchero que le servía de refugio-, fue un hombre entregado a una causa: la defensa de los intereses patrios en varios momentos del siglo XIX. Se enfrentó a las tropas de Napoleón, como otros muchos extremeños durante la Guerra de la Independencia, combatió ferozmente diversas partidas de foragidos y bandoleros durante la década de 1820, defendió el Trono de Fernando VII durante los años del Trienio Liberal (1820-1823) y, ya casi sexagenario, se decantó por la causa encarnada en D. Carlos María Isidro de Borbón tras el estallido de la Primera Guerra carlista (1833-1840), aspectos que, acertadamente, ha puesto de relieve un gran conocedor del siglo XIX extremeño como es el Profesor, y paisano valxertiense, Fernando Flores del Manzano.

1834 marca un antes y un después en la vida del placentino, ya que a principios de marzo de este año es detenido cuando un levantamiento carlista -con ramificaciones en otros puntos del norte de Extremadura- estaba a punto de producirse en la ciudad altoextremeña. La vida combativa y guerrillera de D. Mariano Ceferino, condenado al más vil ostracismo junto a otros tantos defensores de la causa del carlismo en el norte de Extremadura, acabó en las Reales cárceles de Cáceres y Badajoz, como la de otros muchos extremeños que abrazaron la causa de D. Carlos cuando no eran sentenciados a garrote vil, castigo ejemplar que dictaban las autoridades isabelinas para disuadir cualquier tipo de adicción a los principios de Dios, Patria y Rey.


PD: La recreación tan sólo recoge los momentos previos a la captura de "Boquique" aunque se hace referencia a diversos episodios y andanzas de su vida.

martes, 1 de octubre de 2013

A LOS 180 AÑOS DEL MANIFIESTO DE ABRANTES. 1 DE OCTUBRE DE 1833.

Tal día como hoy, 1 de octubre, pero de 1833, cumpliéndose ya 180 años de este episodio, desde el enclave portugués de Abrantes, D. Carlos María Isidro de Borbón lanzó un Manifiesto reclamando sus derechos al Trono de España, siendo ésta su primera reacción tras la muerte de su hermano Fernando VII el 29 de septiembre del mismo año.

D. Carlos Mª Isidro de Borbón. Fuente: álbum siglo XIX.

El Manifiesto, que daría paso a un enfrentamiento bélico entre carlistas e isabelinos y que afectó a la práctica totalidad del territorio español (episodio conocido como la Primera Guerra Carlista, que se desarrolló entre 1833 y 1840), decía así:

"Españoles:
¡Cuán sensible ha sido a mi corazón la muerte de mi caro hermano! Gran satisfacción me cabía en medio de las aflictivas tribulaciones, mientras tenía el consuelo de saber que existía, porque su conservación me era la más apreciable. Pidamos todos a Dios le dé su santa gloria, si aún no ha disfrutado de aquella eterna mansión.
No ambiciono el trono; estoy lejos de codiciar bienes caducos; pero la religión, la observancia y cumplimiento de la ley fundamental de sucesión, y la singular obligación de defender los derechos imprescriptibles de mis hijos y todos mis amados sanguíneos, me esfuerzan a sostener y defender la corona de España del violento despojo que de ella me ha causado una sanción tan ilegal como destructora de la ley que legítimamente y sin alteración debe ser perpetua.
Desde el fatal instante en que murió mi caro hermano -que santa gloria haya- creí se habrían dictado en mi defensa las providencias oportunas para mi reconocimiento; y si hasta aquel momento habría sido traidor el que lo hubiese intentado, ahora lo será el que no jure mis banderas, a los cuales, especialmente a los generales, gobernadores y demás autoridades civiles y militares, haré los debidos cargos, cuando la misericordia de Dios, si así conviene, me lleve al seno de mi amada patria, y a la cabeza de los que me sean fieles. Encargo encarecidamente la unión, la paz y la perfecta caridad. No padezca yo el sentimiento de que los católicos españoles que me amen, maten, injurien, roben, ni cometan el más mínimo exceso. El orden es el primer efecto de la justicia; el premio al bueno y sus sacrificios, y el castigo al malo y sus inicuos secuaces es para Dios y para la ley, y de esta suerte cumplen lo que repetidas veces he ordenado.

Abrantes, 1.º de octubre de 1833. - Carlos María Isidro de Borbón."

 Don Carlos revistando sus tropas en Amurrio. Fuente: álbum siglo XIX.


Fuente del Manifiesto: PIRALA, Antonio, Historia de la guerra civil y de los partidos liberales y carlista. Segunda edición refundida, y aumentada con la historia de la Regencia de Espartero. Madrid, Imprenta de los señores F. de P. Mellado y C.ª, 1868, t. I, p. 195. Citado en BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, Las guerras carlistas en sus documentos, Barcelona, Ariel, 1998, pp. 25-26.

domingo, 29 de septiembre de 2013

¿CARLOS HUGO O JUAN CARLOS? DOS PRÍNCIPES PARA ESPAÑA

¿Carlos Hugo o Juan Carlos? Así planteaba el pleito dinástico, que aún no estaba ventilado, la revista carlista Montejurra. Ofreciendo unas notas sobre el contexto histórico, recordar que, quedando ya atrás la precaria situación del carlismo en la etapa de posguerra, en la década de los años 60 tras la presentación pública de D. Carlos Hugo en el acto de Montejurra de 1957, el carlismo, y el gran pueblo carlista, vivió tiempos esperanzadores y repletos de ilusión al ver al Príncipe Carlos Hugo como futuro Rey de España. Y es que, el "Príncipe Minero", junto a su familia, llevó a cabo numerosos actos de acercamiento al pueblo español estando presente en diferentes actos de reafirmación carlista -Montejurra, Quintillo o Monserrat son buenas muestras de ello- y realizando un amplio número de visitas a muy diversos lugares de la geografía española.

 Foto aparecida en la portada del nº 36 (abril de 1968) de Montejurra bajo el encabezado "Monarquía insobornable". De pie: Las Infantas, D. Sixto, D. Carlos Hugo y su esposa Dª Irene. Sentados: D. Javier  y Dª Magdalena

Montejurra, en su número correspondiente a febrero de 1968, realizando una comparativa entre los Príncipes, señalaba las virtudes y los vicios de ambos. Así, de Carlos Hugo se decía, por aquel entonces, que era el "Píncipe nacido en el exilio, como todos los carlistas, al ser desterrados y perseguidos por la Monarquía Liberal y las Repúblicas", y en su figura debían recaeer "los deberes y derechos de la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa, esta es la Monarquía Carlista, definida para reinar en España". Por su parte, el Príncipe D. Juan Carlos, actual Rey de España con el nombre de Juan Carlos I, por aquel entonces no muy conocido por el conjunto de los españoles y con un carisma menor a su "rival" carlista, era el Príncipe "que desciende de la Monarquía Liberal, contraria a la Tradicionalista, [y] lógicamente debe ser continuador de las trayectorias políticas de su abuelo Alfonso XIII y manifestaciones de su padre Don Juan". 

 Portada de Montejurra (nª 34, febrero de 1968)

Tras enumerar la serie de vicios y virtudes de ambos, el rotativo carlista concluía, como era de esperar, sobre Carlos Hugo: "está muy clara la elección, pues no basta para ser Príncipe Reinante en España, solamente con tener 30 años, es necesario contar además con cualidades, requisitos y antecedentes de plena garantía". Tras el listado que aparece bajo la efigie de D. Juan Carlos, Montejurra señalaba: "Para ABC y adláteres, suponemos, que tampoco cabe duda en la elección, porque no tratan de elegir al mejor, ni atienden a razones, les basta con que defiendan sus intereses afectivos parciales, aunque no alcance los nacionales".

 Portada de la revista Juánperez. Incluida en el número 11 de Montejurra (octubre de 1965)
En la baraja: D. Juan Carlos, D. Javier, D. Carlos Hugo y D. Juan.

Finalmente, este pleito dinástico fue solventado por el mismo Francisco Franco en julio de 1969, cuando Juan Carlos fue desginado como su sucesor en la Jefatura del Estado, tal y como se puede apreciar en la grabación del NO-DO que se enlaza. De esta manera, la ilusión y esperanza carlista depositada en la figura de Carlos Hugo, vivida desde ese mismo año de 1957 con su presentación pública en Montejurra y que se prolongó durante gran parte de 1960, fue dando paso a un enfrentamiento ya sin ambages con el régimen por parte de un amplio sector del carlismo y el movimiento, en un proceso complejo y no exento de debates aún hoy día, siguió unos derroteros ya notablemente distintos. Como ya se ha apuntado acerca de este proceso, el carlismo, a finales de la década de los sesenta, vivió el "naufragio de las ortodoxias".


viernes, 3 de mayo de 2013

EL ACTO DE MONTEJURRA (8 DE MAYO DE 1960) VISTO POR EL PERIÓDICO BRITÁNICO "THE TIMES"

"UNA DEMOSTRACIÓN DE FUERZA POR PARTE DE LOS CARLISTAS.  SE REÚNEN 45.000 EN LA MONTAÑA.

Estella, Navarra, 9 de mayo de 1960.

En la cumbre de Montejurra, a una milla aproximaamente de la histórica población de Estella (donde Carlos VII estableció su corte durante la primera -sic- guerra civil de hace más de un siglo), se reunieron ayer unos 45.000 carlistas para demostrar su lealtad a Don Javier de Borbón-Parma, como pretendiente del trono de España.

Se leyó una carta de Don Carlos [Hugo] de Borbón-Parma, de 29 años de edad, hijo de Don Javier. Don Carlos [Hugo] llevaba el título de "Príncipe de Asturias" en las hojas volantes que se hicieron circular. Es el título equivalente -en relación con la corona española- al de Príncipe de Gales en Gran Bretaña. Se espera que el título será adoptado también por el Príncipe Juan Carlos, de 22 años, hijo de Don Juan, el rival alfonsino pretendiente al trono.

Fuente: Europhoto (EFE)

Uno de los propósitos de la manifestación tenida en el fin de semana fue mostrar patentemente la fuerza del carlismo y su oposición -especialmente después de la reunión secreta entre el General Franco y Don Juan el 29 de marzo- a cualquier inclinación por parte del General Franco a elegir el futuro Rey de España entre la rama alfonsina de la dinastía Borbón.

Cualquiera que sea el destino de la ley de sucesión -preparada por el General Franco y aprobada por referéndum en 1947-, está claro que los carlistas no van a dejarse ignorar. La ingente multitud congregada en las laderas de Montejurra acogió toda alusión a la justicia de su causa con potentes gritos de "Viva el Rey Javier". El día finalizó con baile y otras celebraciones en las que daba la impresión de que la población entera llevaba la simbólica boina roja".

Fuente: Europhoto (EFE)

Tanto el texto como las fotos insertadas datan de 1960. La crónica que se expone aparece en el periódico Boina Roja. Portavoz político del Carlismo Combativo. En su número 55, del 1 de junio del citado año, también aparece una reseña de lo que fue el acto de Montejurra ese 8 de mayo de 1960. He aquí las páginas en cuestión:



Fuentes:



martes, 3 de abril de 2012

"Reyes sin trono: los pretendientes carlistas de 1833 a 1936". Nueva exposición temporal en el Museo del Carlismo

La exposición presenta los datos biográficos de los sucesivos pretendientes carlistas entre 1833 y 1936, siguiendo una línea dinástica continua desde Carlos V hasta Alfonso Carlos. De manera necesariamente abreviada se ofrecen datos sobre su nacimiento, formación, aficiones, matrimonio y descendencia, exilio, enfermedad y fallecimiento.

La exposición finaliza en 1936, con el esbozo de la dificultad planteada por la muerte sin descendencia de Alfonso Carlos y la necesidad de elegir una nueva línea dinástica de sucesión.

Imagen de la nueva exposición temporal
Vista parcial de la exposición temporal

La exposición muestra casi 170 piezas de naturaleza variada: fotografías, documentos, obras artísticas y objetos personales. Algunos de ellas pertenecen a la colección del Museo del Carlismo, tanto en propiedad como del depósito del Partido Carlista, si bien la mayoría han sido cedidas para esta muestra por diversas instituciones nacionales e internacionales. Entre todas ellas, destacan las siguientes: por su rareza, el fragmento de película recuperada del cortejo fúnebre de Carlos VII en Varese (1909), por su valor artístico, los retratos en miniatura de Carlos María Isidro, su mujer e hijos, y por su valor documental, la correspondencia privada entre los miembros de la familia carlista.

Con motivo de esta exposición, el Museo del Carlismo ha programado un calendario de visitas teatralizadas.