"El
wolframio: un mineral que marca una época y una forma de subsistir en
Tornavacas", es el título de la conferencia programada para el próximo 27
de abril dentro de las actividades de la VI Semana de la Montaña Extremeña,
organizada por el Grupo de Montaña y Senderismo de Tornavacas.
Y,
como no podía ser de otra manera, el título de la charla encaja a la perfección
en el retrato de una época –década de 1940 y
gran parte de 1950- marcada por el hambre y la escasez, herencia de la Guerra Civil, siendo la España rural una
zona en condiciones muy precarias y en la que cualquier actividad económica
bastaba para escapar del hambre que tantos estragos causó en aquellos años. Dentro
del abanico de posibilidades, una actividad que alcanzó gran importancia fue la
extracción de wolframio, de la cual el Gobierno de Franco supo sacar partido.
El
wólfram, y más aún las personas y entidades encargadas de su explotación, fue
el gran beneficiado de la II Guerra Mundial (1939-1945), conflicto que hizo
temblar los cimientos de Europa, debido al espectacular aumento de su precio. La
Alemania nazi, con Hitler a la cabeza, y las potencias aliadas -Reino Unido o la
Unión Soviética, entre otras- se
disputaban el control de las reservas de este preciado mineral. En el caso de
Extremadura, y más concretamente en el norte de la provincia de Cáceres, basta
decir que la producción sirvió de alimento para la maquinaria de guerra con la exportación de wolframio para la construcción de blindados, cañones o munición
pesada. Explotaciones como las de Acebo o Valverde del Fresno tuvieron un papel
muy importante durante este período. De esta manera, Franco puso a disposición
de Hitler gran parte de las explotaciones de wolframio españolas y, de paso, el
Estado recibió ingresos nada despreciables en una época en donde el régimen practicaba una economía de autosuficiencia -autarquía-.
Tornavacas
se subió al carro de la explotación de este mineral unos años después de haber
finalizado la Segunda Guerra Mundial. Eran años de escasez, de falta de recursos,
en donde no existía un sustento económico estable, tal y como hoy en día ocurre
en la zona con la agricultura. De este modo, la “fiebre” del wólfram llegaría en 1948 y tendría una gran importancia a comienzos de la década de
1950, coyuntura en donde su precio se vio incrementando de nuevo por otro
conflicto bélico: la Guerra de Corea (1951-1953). Tampoco faltaría el contrabando
– el famoso estraperlo-, una especie de “mercado negro” en donde el mineral se
pagaba a un precio mucho más elevado.
Galería de una de las minas en la zona de "El Tejaíllo". Foto de Francisco Javier González Jiménez. |
La
minería de wólfram en Tornavacas, teniendo sus años dorados entre 1950 y 1955,
fue a menos durante la década de 1960 y tocó fondo en la los 70, datando del
año 1974 los últimos permisos de investigación para reactivar la producción. Pero ya eran otros tiempos: por un lado, el Valle del Jerte, poco a poco, iba
ofreciendo más posibilidades de sustento económico como, por ejemplo, con la generalización del
cultivo de la cereza; por otra parte, la emigración disminuyó la mano de obra
disponible en no pocos lugares de la geografía extremeña, viéndose todo ello acompañado por el bajo precio de un mineral que había sido tremendamente importante en los
primeros años del régimen franquista.
Mina "Marisol": una de las explotaciones más importantes. Foto de Francisco Javier González Jiménez. |
Noticia en el periódico ABC: "El wolframio será el protagonista de la VI Semana de la Montaña Extremeña".
¿Lo ha grabado alguien en video, radio, fotos o cualquier otro soporte? Para los que no hemos podido asistir.
ResponderEliminarGracias.
Un saludo.