Juan Pedro RECIO CUESTA
Miembro de AJHEx
Hoy en día no resulta extraño, tanto en
la sociedad española en general como incluso en el seno de instituciones
educativas, tener una percepción del carlismo bastante alejada de la
realidad histórica; esa realidad, aunque intangible, que tanto se afana
en rastrear el historiador en su trabajo. Así, no hay quienes lo ven
como un mero episodio anecdótico dentro de la Historia Contemporánea
española y lo valoran nada más y nada menos como si se tratara de
aspecto casi folklórico que se focalizó territorialmente en determinados
espacios peninsulares. Pero cuando tenemos en cuenta, y haciendo
referencia solamente a lo sucedido en el siglo XIX, que el carlismo
sostuvo dos guerras civiles que, incluso, trajeron consigo amplias
implicaciones internacionales (contiendas de 1833-1840 y 1872-1876), y
otro conflicto de menor intensidad (1846-1849) que afectó especialmente a
territorios como Cataluña, vemos que las reclamaciones dinásticas de
don Carlos María Isidro de Borbón y Borbón-Parma (titulado Rey de España
como Carlos V), don Carlos Luis de Borbón y Braganza (como Carlos VI) y
don Carlos María de Borbón y Austria-Este (como Carlos VII) no
solamente se trataron de episodios apenas sin importancia, sino que el
carlismo se alzó como un reto constante para el Estado liberal que, con
sus más y sus menos, se fue implantando progresivamente en España
durante esta centuria. Pero no solamente se limitó su acción a las armas
–pues tampoco es extraño relacionarlo con un escaso número de
desarrapados que actuaban por las montañas-, sino que, ya avanzado el
siglo, tuvo representación política en Cortes y llegó a poner en marcha
una red de círculos, prensa y propaganda tradicionalista que se extendió
por todos los rincones de la geografía penínsular.
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Don Carlos María Isidro de Borbón |
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Dicho lo cual, y centrándonos ya en la Primera Guerra carlista,
encrucijada histórica en donde se inserta el acontecimiento sobre el
que versa este pequeño artículo, señalar que la misma comenzó a
vislumbrarse en 1830 tras la promulgación de la Pragmática Sanción, la
cual venía a confirmar que una mujer podría reinar en España, y estalló
tras la muerte de Fernando VII en septiembre de 1833, pues ambos bandos
se venían preparando para el conflicto desde años atrás y la situación
era cada vez más conflictiva. Así, la guerra se libró entre carlistas (partidarios del Infante don Carlos) y cristinos o isabelinos
(partidarios de la Reina Gobernadora doña María Cristina de Borbón- Dos
Sicilias y su hija, que fue entronizada bajo el nombre de Isabel II).
La causa que representaba don Carlos en la guerra que se libró en España durante 1833 y 1840, también conocida como la de los Siete Años, fue patrimonio común de muchos españoles,
pues no solamente se dirimió la cuestión dinástica sino que su persona
encarnaba y representaba, en aquel momento, toda una cosmovisión
política, ideológica, económica, social, cultural y religiosa ya
existente antes de la penetración del liberalismo en España. De ahí,
que, en mayor o menor grado, tuviera soportes en todos y cada uno de los
estratos sociales, desechando también, ya de paso, la tan manida e
inexacta creencia de que el carlismo únicamente era respaldado y
sostenido por la Iglesia y por el estamento religioso.
Si el lector quizá se encuentre
sorprendido a raíz de estas aclaraciones que estimamos totalmente
necesarias para un buen entendimiento del conflicto, puede que la
sorpresa vaya a más cuando señalamos, sin reservas, que la Primera Guerra carlista fue una contienda que tuvo en constante tensión a Extremadura
durante estos años. Si bien se produjo una menor actividad bélica que
en la porción vasco-navarra, Cataluña o el Maestrazgo, como ya señaló el
historiador liberal don Antonio Pirala, fue en el suelo extremeño donde se levantaron los primeros pendones por don Carlos,
los cuales fueron severamente reprimidos desde octubre de 1832, momento
en que subió al poder el Ministerio encabezado por don Francisco Zea
Bermúdez –supervisado y tutelado en todo momento por la Reina
Gobernadora, doña María Cristina de Borbón, y la camarilla que se había
creado a su alrededor-; represión que se acentuó tras la llegada de don José Ramón Rodil y Campillo,
ya en septiembre de 1833, en calidad de Capitán General de Extremadura.
Pero a pesar del proceso de depuraciones y extrañamientos que éste
llevó a cabo sobre los carlistas extremeños, desde 1833
hasta 1836 diversos jefes de guerrillas como los hermanos Cuesta –don
Feliciano y don Francisco, que tuvieron un papel destacado en la Guerra
de la Independencia- o los valxertienses don Santiago Sánchez de León o
don Alonso Muñoz, entre otros tantos, hicieron todos los sacrificios que
estuvieron en sus manos para hacer progresar la causa de don Carlos.
Además, no pocas zonas de la geografía extremeña, especialmente la
circunscrita a la zona norte de Cáceres, se mostraron reacias a aceptar a
Isabel II como Reina y por ello se sucedieron diversos proyectos
conspirativos para alzarse en armas y defender los derechos a la Corona
de España del ya declarado rebelde, traidor y ex Infante, don Carlos.
Trazada esta breve y necesaria panorámica
histórica, nos centramos ya en el episodio objeto de este pequeño
artículo, que no es más ni menos que la ocupación de Cáceres por parte de las fuerzas carlistas, hecho que acaeció en los últimos días de octubre y los primeros de noviembre de 1836,
cuando arribó a Extremadura la fuerza carlista de mayor envergadura,
numéricamente hablando, que había pisado su suelo desde los inicios
mismos de la guerra civil[1].
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Don Miguel Gómez Damas |
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La fuerza del general carlista don Miguel Gómez Damas,
el títulado Ejército Real de la Derecha, salió el 26 de junio de 1836
de Amurrio (Álava), contando con un total de 2.700 infantes y 180
jinetes, además de portar “un obús y un cañón de montaña al cargo de un
sargento de artillería y nueve artilleros”[2], y entraba en territorio extremeño el 26 de octubre de 1836,
después de 4 meses de operaciones, tiempo en el que había recorrido
grandes espacios de la geografía peninsular. Hasta su llegada, había
sufrido reveses, pero también había cosechado notables triunfos.
A pesar de la implacable, pero no muy
afortunada persecución que le practicaban los mandos militares
isabelinos don Isidro Alaix, don José Ramón Rodil y don Ramón María
Narváez, entre otros, justamente antes de penetrar en la demarcación
pacense, la fuerza carlista de Gómez consiguió una victoria importante
al hacer capitular, el día 24 de octubre, la villa ciudadrealeña de
Almadén, tras rendirse la guarnición liberal que resistió casi durante
más de dos días el sitio de los carlistas. Como resultado de tal hecho,
“los cristinos sufrieron diecisiete muertos, cuarenta y seis heridos y
1.767 prisioneros”[3].
Así, tras esta victoria y portando los
carlistas una gran cadena de presos liberales, se presentó Gómez en
Siruela el día 26, continuó hacia Talarrubias y pernoctó en Navalvillar
de Pela. El 27 prosiguió su recorrido y llegó a Guadalupe
por la tarde. El general carlista envió una avanzadilla, al mando del
coronel don Francisco Fulgosio, para que le informase de la fuerza
liberal allí establecida, y éste informó que en la villa guadalupana
permanecía acantonada una fuerza de 1.500 individuos de los movilizados
de Extremadura. Una fuerza para hacer frente a los carlistas que de muy
poco sirvió, pues cayeron prisioneros 267 de los movilizados, otros
tantos se presentaron voluntarios a engrosar las filas carlistas y el
resto –exceptuando a unos cien -, tras arrojar las armas, se dispersaron
voluntariamente. Este hecho inmediatamente tuvo su repercusión en otros
puntos de la geografía extremeña, pues, exceptuando dos batallones que
se hallaban uno en Badajoz y otro en Plasencia, “todos los movilizados
de Extremadura se fueron a sus casas, quedando la provincia en la mayor
tranquilidad”[4].
En Guadalupe, Gómez reflexionó acerca de
sus posteriores movimientos. En este punto supo que el Puente del
Arzobispo, camino natural hacia Madrid, estaba ocupado por 2.800 hombres
al mando de don José Carratalá, lo que le hizo cambiar de estrategia
–teniendo en cuenta que Alaix también estaba cerca de sus pasos- y
decidió marchar hacia Cáceres. De este modo, la fuerza expedicionaria
carlista continuó la marcha: el 28 pasaba por Cañamero y Logrosán para
arribar el 29 por la tarde a Trujillo, tras haber pasado también por
Zorita y Conquista de la Sierra, lugar este último en donde los
carlistas realizaron una junta.
En Trujillo descansaron el día 30 de octubre,
jornada que también fue aprovechada para ocuparse de varias cuestiones
que conviene señalar. En primer lugar, se licenció a los Milicianos
Nacionales que traían prisioneros desde Almadén. En segundo lugar, las
tropas carlistas aprovecharon para hacerse con provisiones, pues aunque
habiendo abandonado Trujillo las autoridades liberales, una gran
cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de
fanegas, no fueron puestas a salvo y todo ello quedó en poder de los
carlistas[5]. En tercer y último lugar, se volvió a
celebrar otra junta en la que intercambiaron opiniones los diferentes
generales carlistas que componían la expedición, entre los que se
encontraban don Ramón Cabrera, el Trigre del Maestrazgo,
don José Miralles o don Joaquín Quílez, entre otros. El principal
objeto de la misma fue “someter a su examen y deliberación en qué punto
del Reino podría hacer la guerra este Ejército con más ventajas de la
legítima causa del Rey N.S.”[6]. Tras una
concienzuda deliberación, se decidió que don Ramón Cabrera “en la
primera ocasión favorable” marchase a socorrer la plaza de Cantavieja
(en Teruel), debido al sitio que estaba practicando sobre ella el
general cristino don Evaristo San Miguel[7]. Decidida esta opción, Cabrera marcharía desde Cáceres.
Solventados estos asuntos, partieron para Cáceres el día 31, punto al que llegaron a las tres de la tarde “en medio de los vivas y aclamaciones de toda la población que salió a recibirnos”[8].
Este mismo día, el Vizconde de la Torre de Albarragena, título que ya
destacó en durante el Trienio Liberal (1820-1823) por su adhesión a la
causa realista, dio alojamiento al general don Ramón Cabrera[9].
Establecida la fuerza carlista en Cáceres sin encontrar ninguna resistencia, el día 1 de noviembre de 1836,
festividad de Todos los Santos, Gómez aprovechó la parada para observar
y adquirir noticias de los movimientos de las fuerzas liberales,
principalmente de las mandadas por Rodil y Alaix, y para realizar varias
cuestiones de intendencia. Por un lado, nombró, respectivamente,
Comandante y Capitán de partida a los paisanos cacereños don Francisco
Rincón -que no José, como citan algunas fuentes- y a don Genaro Morales,
perteneciente este último a una “familia de la que habían sido algunos
jefes realistas en tiempos de la revolución del año 20”[10].
Por otro lado, se dio libertad a un gran número de hombres que
pertenecían al grupo de los prisioneros “después de habérseles tomado
juramento de no volver á las armas en contra de la causa de don Carlos” [11] y se perdonó la vida “a un oficial y dos sargentos que habían hecho por su cuenta exacciones pecuniarias”[12].
También durante este día se trató de reunir dinero y hombres. Por lo
que respecta al dinero, tenemos constancia que se realizaron varias
exacciones, como la practicada al cura ecónomo de la Iglesia de Santa
María, don Antonio Vives, a quien el tesorero de la tropa carlista
exigió la cantidad de 1.000 reales[13]. En lo
relativo a los hombres, Gómez circuló un bando para que “todos los mozos
solteros se presentasen sin escusa alguna para que siguiesen con su
compañía”[14] y también recibió voluntarios que
engrosaron sus filas, destacando el caso del hijo del citado Vizconde de
la Torre de Albarragena, don Narciso María de Cabrera, de veintiún años
de edad[15].
Al tiempo que Gómez se encargaba de
supervisar lo anterior, muy pendiente por otra parte de los movimientos
de los liberales que tenían tomado el puente del Cardenal, decidió que
don Francisco Rincón, recién nombrado Comandante de partida, con 40
caballos y 30 infantes se dirigiera a tomar el puente de Alcántara,
lo cual logró con sus efectivos no sin entablar una refriega con el
destacamento cristino allí acantonado y a pesar del riesgo que esto
suponía para los carlistas al hallarse en la frontera portuguesa una
fuerza del Gobierno liberal del vecino Reino que “amenazaba entrar en la
provincia, si nosotros permanecíamos en ella o nos acercábamos a
Portugal”[16].
Habiendo tomado el puente de Alcántara la
avanzadilla carlista, el grueso de la expedición de Gómez salió para
allá el 2 de noviembre por Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz),
pero a una legua de Cáceres tuvo que retroceder por la noticia de los
movimientos de Alaix y Rodil. A su vuelta a la capital cacereña, fue
cuando se produjo la marcha de don Ramón Cabrera hacia Aragón, la cual
no debió de estar exenta de polémica debido a la disconformidad de éste
último con las tropas que se debía llevar. El Tigre del Maestrazgo,
cumpliendo órdenes, dejó el grueso de la expedición y el día 3 marchó
por Valdefuentes a Montánchez, lugar donde pernoctó antes de pisar
territorio manchego. Por su parte, la expedición abandonó
también Cáceres y el día 3, pasando por Torreorgaz y Torrequemada, hizo
noche en Torremocha, con la intención de marchar sobre Trujillo y pasar
el Tajo por la barca de Almaraz. Pero las noticias que a los carlistas
les llegaron en Torremocha les hicieron cambiar nuevamente de planes,
puesto que Rodil se encontraba en Jaraicejo, Alaix en Siruela y que
Narváez, “con una División de 5.800 hombres, de un día a otro debía
incorporarse con el primero”[17].
Tras conocer esto y no contar Gómez con un auxilio seguro de alguna otra fuerza que saliera de las provincias del norte, decidió replegarse hacia Andalucía.
Fijada esta nueva ruta, el día 4, pasando por Arroyomolinos de
Montánchez y Almoharín, llegó a Miajadas, punto en donde pasaron la
noche y se separaron de la expedición los jefes de partida ya citados,
Rincón y Morales. Al día siguiente, el 5 de noviembre, pisaron ya
territorio pacense, pasando por Villar de Rena y Rena, punto en el que
vadearon el Guadiana construyendo un puente de carros y consiguieron
1.200 reales que les entregó su alcalde, e hicieron noche en Villanueva
de la Serena. El día 6 pasaron por La Haba, La Guarda, Quintana y
Zalamea de la Serena y el 7 abandonaron Extremadura, pasando por los
núcleos de Berlanga y Ahillones, llegando a Guadalcanal, ya en la
provincia de Sevilla.
Tras el abandono de Extremadura de la fuerza expedicionaria de Gómez, una nueva etapa de la guerra se abrió en nuestra región, y durante los últimos meses de 1836, todo el año de 1837 y el primer semestre de 1838, la causa de don Carlos conoció sus mejores momentos. Tan solo por citar algunas consecuencias inmediatas, el 2 de noviembre se declaraba en estado de guerra toda Extremadura; las villas valxertienses de Jerte y Cabezuela proclamaron a don Carlos como Rey de España y el 12 de noviembre, don Santiago Sánchez de León, logró ocupar Cabezuela comandando más de 400 hombres; por su parte, el jefe carlista don Francisco Rincón
tuvo en convulsión a las tierras de Trujillo hasta bien entrado 1837 y
entre las propias autoridades liberales extremeñas, tanto políticas como
militares, se sucedieron diferentes conflictos, pues la
descoordinación, el miedo y la confusión reinó en el conjunto de
Extremadura como consecuencia de la irrupción de tamaña fuerza militar,
la de mayor envergadura que había pisado su suelo desde el inicio mismo
de la guerra en octubre de 1833, ya que informaciones nos hablan que la
misma se componía de unos 12.000 hombres en aquel momento.
[1] El presente episodio es uno de los
tantos que se recogen en nuestro estudio sobre la Primera Guerra
carlista en Extremadura, que será publicado en formato libro a lo largo
de los próximos meses.
[2] BULLON DE MENDOZA, A., La expedición del General Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984, p. 23.
[3] Ibíd., p. 153.
[4] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el general andaluz Don Miguel Gomez, San Sebastián, Ed. Gráfico-Editora, 1943, p. 64.
[5] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 16/03/1837.
[6] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 100- 102.
[7] BULLÓN DE MENDOZA, A., La expedición…Op. cit. p. 157.
[8] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit,
p. 65. Aunque pueda parecer exagerado el recibimiento a las tropas
carlistas, no lo descartamos ya que las autoridades liberales, que
huyeron en masa de Cáceres, dejaron abandonada a su población.
[9] MORAL RONCAL, A. M.: “La nobleza española ante la primera guerra carlista”, Ayer, Nº 40, 2000, p. 204.
[10] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[11] DE GUZMAN, J. P., “Crónica de la provincia de Cáceres” en RUBIO, GRILO y VITTURI (Eds.), Crónica general de España ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, Madrid, Imprenta de J. E. Morete, 1870, p. 59.
[12] BULLON DE MENDOZA, A., La expedición… Op. cit., p. 159.
[13] Archivo Histórico Municipal de Cáceres (en adelante AHMCC), Libros de actas, sesión del 18 de agosto de 1837.
[14] AHMCC, Caja 19/115, exp. 23.
[15] AHMCC, Caja 19/120, exp. 9.
Como es lógico, en esta documentación no se especifica que marchara
voluntariamente con Gómez, sino que señala, en un listado realizado ya
en abril de 1838, que “parece se lo llevó Gómez, con otros mozos de esta
capital, el 4 de noviembre de 1836, según se dice de público, y cuyo
paradero se ignora”.
[16] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.
[17] Ibíd., p. 67.
Para saber más:
- BULLON DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del General Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984.
- DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el general andaluz Don Miguel Gomez, San Sebastián, Ed. Gráfico-Editora, 1943.
- RECIO CUESTA, Juan Pedro, “Guerra y contrarrevolución durante el siglo XIX. La primera carlistada en la provincia de Cáceres”, Revista de Estudios Extremeños, T. LXIX, Nº 1, Enero/Abril, 2013, p. 337-360.
Artículo publicado dentro de la actividad Historia Corta, puesta en marcha por la Asociación de Jóvenes Historiadores de Extremadura:
http://extremadurarevistadehistoria.com/ajhex/actividades/historia-corta/cuandoloscarlistasocuparoncaceres/